lunes, 7 de enero de 2013

La evolución de la población.


A lo largo de la historia, la evolución de la población no ha llevado siempre el mismo ritmo de crecimiento que hay actualmente. Dos momentos históricos son importantes en esta evolución: en primer lugar la Revolución Neolítica, en la que el hombre empieza a dominar a la naturaleza y es capaz de producir sus propios alimentos mediante la aparición de la agricultura y la ganadería, pudiendo almacenarlos para racionarlos a lo largo del año y así dejar de depender progresivamente de la caza y la recolección, produciéndose además la sedentarización de la población y la liberación de mano de obra hacia otros trabajos como la artesanía o la administración. Estos cambios provocan un aumento considerable de la población hasta alcanzar los trescientos millones al inicio de nuestra Era.
Una vez establecidos estos cambios, la población se estanca, creciendo con altibajos y muy dependiente de las catástrofes naturales y humanas como epidemias, malas cosechas, guerras, etc. No es hasta el inicio de la edad moderna cuando la población comienza un ligero aumento, llegando a los seiscientos millones en el año 1600, siendo aún un crecimiento catastrófico.
El segundo momento histórico importante para el crecimiento de la población lo encontramos durante la Revolución Industrial. A partir de este momento comienza la explosión demográfica.
En menos de un siglo (de 1800 a 1900) la población se dobla; mientras en el siglo siguiente se triplica, alcanzando cifras bastante altas en la actualidad, en la que se superan los 6200 millones de personas en el año 2002. Durante este periodo, se multiplican los recursos económicos para mantener a la población debido a los avances técnicos que se están llevando a cabo en todos los sectores económicos, y no solamente en el industrial. Además la investigación médica y sanitaria logra controlar algunas enfermedades y por tanto mortalidad, especialmente la infantil.

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